El proyecto surge tras el paso del huracán Otis (2023) como una respuesta arquitectónica y urbana a la crisis ambiental y social que evidenció la vulnerabilidad del puerto de Acapulco. Desde un enfoque ecológico y territorial, se propone un sistema de infraestructura urbana capaz de generar una relación mutualista entre la naturaleza y la ciudad, tomando las laderas como un espacio de oportunidad para la regeneración ambiental y la reorganización urbana. A partir de un análisis integral de factores sociales, topográficos y de riesgo, se definió una franja estratégica entre la mancha urbana y el Parque Nacional El Veladero, donde se plantea un "borde ecológico" que actúa como transición entre lo construido y lo natural. Este borde incorpora estrategias de restauración ambiental, control de escurrimientos y equipamientos comunitarios resilientes, pensados para fortalecer la seguridad, la habitabilidad y el equilibrio ecológico del territorio. El proyecto busca redefinir la manera en que habitamos los límites urbanos, entendiendo la arquitectura como un agente de regeneración que responde a los retos del cambio climático y propone una nueva relación entre la ciudad, el paisaje y la comunidad. Proyecto realizado en colaboración con Diego Sierra Mora y Juan Pablo Salas.